EL LIBRO QUE QUIERO LEER
LA CASA DE LOS ESPÍRITUS, Isabel Allende, 1982, novela.
La literatura hispanoamericana cobra un vigor excepcional en la segunda mitad del siglo XX. La proliferación de obras originales y de escritores vanguardistas hizo que las miradas de los críticos y de los lectores se fijaran en la narrativa de este subcontinente, que tradicionalmente se había nutrido de las corrientes europeas de moda.
Entre esos autores figuran algunas voces femeninas, que enfocan los temas y pintan los personajes con una nueva sensibilidad. Isabel Allende no va a ser ajena a este tratamiento novedoso de la ficción literaria. La mayor parte de sus novelas están matizadas con la magia que introdujo Gabriel García Márquez, como un ingrediente básico de los cuentos y novelas latinoamericanos y que se considera su sello característico.
La casa de los espíritus es una historia en la que lo fantástico pasa a ser complemento básico de la realidad cotidiana. Los escenarios oponen también estas dos visiones. Por una parte, está la hacienda "Las Tres Marías", que retrata la belleza imponente del campo chileno y cuya posesión es el símbolo de la riqueza de los señores feudales de la época. El escenario urbano también es muy singular. Presumimos que la ciudad, aunque no se la nombra, es Santiago, desde los inicios hasta los años ochenta del siglo XX. Ahí, enclavada en los barrios altos, está la mansión señorial donde suceden los más extraños fenómenos, que vive épocas de esplendor y de decadencia, que es testigo de las fastuosas fiestas de la burguesía chilena y que acoge, con la misma naturalidad, a una corte de desheredados, heridos y fugitivos.
Las temáticas van desde la denuncia de las condiciones de vida del campesinado: explotación laboral, desconocimiento de derechos, abuso por parte del patrón, hasta la vida social y política, que centró las miradas del mundo sobre esta parte del continente: fortalecimiento de los movimientos de izquierda en oposición a las ideas tradicionales, que han dominado el panorama político de los países latinoamericanos, la toma de conciencia de la juventud sobre su papel histórico, el derrocamiento de un gobierno progresista y la consiguiente represión de las fuerzas armadas, que aterrorizaron el país, durante casi dos décadas.
El hilo conductor de la novela está ligado a cuatro figuras femeninas peculiares: Rosa, una hermosa y extraña mujer de cabellos verdes, que con su descripción nos recuerda a la fabulosa Remedios la Bella, del premio Nobel colombiano. La segunda es Clara, tal vez el personaje central de la historia. Ella vive alejada de los sucesos terrenales y con sus poderes para hablar con los espíritus, mover los objetos y adivinar el futuro, se convierte en el referente para todos sus descendientes. Luego encontramos a Blanca, la hija que no heredó ni la belleza ni los poderes de su madre, pero que se rebelará contra los prejuicios sociales y económicos, con sus amores secretos con un hombre de clase social baja. Finalmente, cerrando este círculo de prototipos femeninos, está Alba, joven que afronta un tiempo difícil, de violencia y represión, testigo y víctima de la deshumanización del hombre. Ella asume la tarea de contar al mundo el triunfo de la barbarie y, a su vez, justificar las acciones más dramáticas, como consecuencia de un fatalismo que va a repetirse una y otra vez.
Junto a ellas están figuras masculinas propias de las sociedades latinoamericanas: El senador Trueba, latifundista prepotente y abusivo, político conservador que solo al final de sus días y cuando le invaden la soledad y la nostalgia, reconoce sus culpas y se arrepiente por haber llevado una vida vacía y equivocada. Pedro Tercero García, hijo y nieto de campesinos, al comienzo rudo e iletrado, cuyo pecado de enamorarse de la hija del amo, lo convierte en un fugitivo, que abraza las ideas de cambio social y lucha, con su música y su actividad política, para lograrlo. Finalmente está Miguel, un joven revolucionario convencido, que alterna sus días entre el amor y la lucha clandestina. Los demás personajes son el telón de fondo de esta novela múltiple, que combina, lo fantástico con lo real, la magia con la denuncia social.
Isabel Allende se convierte así en el referente de una época literaria, en la que imperó sin duda el realismo – mágico y de una época histórica, en la que prevaleció la explotación, la violencia, el crimen. Su posición ideológica la llevó, como a muchos de sus compatriotas, al exilio. Lejos de Chile, los recuerdos y la añoranza del terruño se convirtieron en los ingredientes principales de sus historias.
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